domingo, 19 de octubre de 2014

Al arribo de la isla

Rafael Hernández




 
Te veo, isla, como un todo
un gajo de tierra desligada de esta tierra
y unida a ella por el contacto
de unos pies dignos de amor por ello.

Me veo como un náufrago
arribando a ti, isla, con las manos desnudas
con el solo deseo de nombrar los lugares que conocerá
y una vez reconocida
con la intención de trabajar tu tierra amada
tu madre mar
con las manos desnudas
y crear en ti, isla,
algo que aunque humilde pueda llamar hogar

¿Qué hay de malo en ello?.

Para llegar hasta ti, isla,
una a una he desposeído todas mis capas de acero
uno a uno he tirado todos mis yelmos
hasta la última de mis corazas han sido olvidadas
en el mar de tiempo que nos ha separado.

Y así, desnudo, con las manos abiertas me doy a ti
desprotegido como nunca lo he estado
expuesto como nunca antes había querido estarlo
y sin miedo

¿Qué hay de malo en ello?

¡Di!… ¡Háblame!…
Ninguna palabra hueca puede hacerme ya daño
ningún frío puede ya helarme
ningún silencio puede herir de muerte mis costados
ninguna mirada apartará de ti mis ojos

¡Ven!… ¡Acógeme!…
No voy a quebrarme
tampoco voy a desaparecer si lo haces
aquí estoy náufrago expuesto en la orilla de tu playa
¡Invítame a entrar en tu espesura!

No he venido para conquistarte isla.
No he venido para herir tus árboles.
No he venido para deshonrar tus aguas.
No he venido para pisotear tus flores.

Solo he venido a habitarte…
Tiernamente…

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